domingo, 29 de enero de 2012

EVOCACIÓN (Mi Campanario, Enero de 1946)

Un vecino de Aranguren ha regalado a Aranguren Aurrera, y por ende a todo el pueblo de Aranguren y al resto del municipio, un ejemplar de Mi Campanario, primera revista parroquial que se publicó en 1946. Hemos decidido publicar el contenido de esta revista y hacerlo por entregas. La primera, Evocación, describe lo que fue Aranguren antes de encomendarse a su periplo industrial.

Que cada uno utilice el tamiz que crea oportuno, imprescindible en algunos artículos. Hay que tener en cuenta que esta revista nace en la parroquia y todos los textos están escritos según su visión, y en algunos momentos pueden verse mas o menos alejados de la realidad.

Allá vamos con el primero, una sencilla descripción. ¡Esperamos que os guste!


En tiempos no lejanos aún, un cerrado bosque de bravas maderas y gigantescos robles, abundante maleza, con jaros en gran parte y buenos lotes de sebes, cubrían, arrancando desde su misma base, las laderas que ascienden en dirección Norte y hacia el monte de "La Alta".


Por el Sur, en las estribaciones que suben hacia el pico "Ilso", formidables extensiones de frondosos castañares, donde a su benéfica y deliciosa sombra, manadas de ganado porcino para cebar sus carnes pacían el suculento pasto de la rica y al mismo tiempo abundante castaña.


En la vertiente entre ambas laderas, un pequeño valle; el Valle de Aranguren (palabra vasca, que etimológicamente  viene a significar, ARAN-valle y GUREN-término o sea Término del Valle (Dicc. de R. Azkue) con una magnifica, fértil y rica finca denominada "Alisal"-propiedad de los Sres. de Salcedo-, salpicada toda ella, de árboles frutales y bañada por las mansas y generosas aguas del gracioso e histórico "Cadagua" que serpenteando sigilosamente, ya por entre sus huertas y alisales, ya por entre piezas y corpulentos chopales, seguía su pacífico curso, sin ser molestado, hasta entregar sus lindas y cristalinas aguas al Nervión, su hermano mayor y príncipe a la vez de los ríos vizcainos.


Esto fue Aranguren, no hace un siglo todavía; bosque, sebe, maleza, alisal, chopal, en fin, soledad y por lo mismo, lugar apetecido por la tórtola y la paloma torcaz.


Silencio profundo reinaba en su recinto. Desde Oreña-Chávarri, hasta la casa de los Salcedos (junto a la parroquia de Güeñes), salvo dos o tres caseríos, según informes del simpático  octogenario Quico Beraza, no hubo, sino lo que arriba hemos indicado. Fue, nos manifiesta el mismo octogenario, una zona respetuosa y muy temida por los transeúntes y caminantes.




Mi Campanario (revista parroquial), Enero de 1946, número 1.

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